jueves, 3 de noviembre de 2011

El Tiempo

¿De qué color es el tiempo?, ¿a qué sabe?,  ¿cuál es su sonido? Nadie me ha podido responder a estas preguntas. He tratado de buscar algo tangible que me permitiera sentir que el tiempo era algo más que el paso de las hojas del calendario o el movimiento de las manecillas de mi reloj pero la respuesta, como pasa siempre, no es única ni excluyente.

Mirar viejas fotos nos haces sentir que la vida se nos escurre entre los dedos como si fuera la fina arena de la playa. Visitar lugares que conocimos hace muchos años nos rebela que todo cambia aunque los recuerdos permanezcan fijos y atemporales. Observar nuestro cuerpo desnudo delante de un espejo no muestra las dentelladas que la vida nos deja para que no olvidemos que todo muta con el paso de nuestro inmutable testigo: el tiempo.

Ahora que mi maldición ha finalizado y veo las huellas del tiempo en mi, me resulta más impactante la figura de Ahab. Solitario y lisiado arrastra su atemporalidad  con más dolor que su pierna de madera y su rictus de odio le consume pero no le mata. Pobre capitán devorado por un sentimiento que no controla y que le aleja de cualquier solución. No encontrará la paz jamás. Verá desaparecer todo y a todos sin que pueda tener el reposo del olvido. Triste Ahab sin ballena blanca por la que morir ni consuelo por el que vivir.

¿De qué color es el tiempo Madrileña Viajera? Del color canela de tus ojos que me acarician y me atormentan en igual medida cuando me miras. ¿Y a qué sabe? Al intenso sabor de tus caricias que mezclan frescura y calor. ¿Cuál es su sonido? El susurro de tu sonrisa que marca la línea entre el hoy y el nunca.

Ya ves,  he aprendido en este tiempo. Me has respondido a las preguntas que nadie podía responder con tu sabiduría milenaria de mujer. Gracias por compartir ese pequeño trozo de tu conocimiento conmigo, lo valoro en su justa medida y lo estimo en lo que vale. No me equivoqué cuando me jugué la felicidad a una carta contigo, eres sabia y tienes el don de acariciar en cada mirada, no puedo pedirte más.

El tiempo ha perdido para mí sus secretos. Lo he aprendido en tu piel y lo he comprobado noche tras noche   cuando el sueño se evapora por mis poros calentado por el deseo. He descubierto que el tiempo se mide en el lapso que pasa entre que te tengo a mi lado y cuando no te tengo. Cuando puedo sentir tu aliento en mi espalda u oír latir tu corazón en la punta de mis dedos. Gracias por desvelarme tantas cosas en tan poco tiempo o quizás sean pocas cosas, porque hay muchas más que quiero descubrir en la cartografía de tu cuerpo, en la que ignoro el norte de mi vieja brújula y me dejo llevar por el magnetismo de tu boca.

Mi maldición acabó  pero quiero seguir buscando. No sé qué quiero buscar pero tengo la innegable necesidad de seguir esta singladura, pero siempre juntos.

No lo olvides soy Alquibla El Navegante el que conoce el camino de regreso a casa, a nuestra casa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario