miércoles, 14 de diciembre de 2011

Lisboa

Lisboa es una ciudad que se vive con los pies y se siente con los ojos. No hay nada como recorrer el barrio alto y dejarse arrastrar sin rumbo hasta donde nuestros pasos nos conduzcan por el puro instinto viajero.

Hay que mirarla y verla desde todos los ángulos para dejar que se filtre por nuestros ojos y nuestro corazón, para que podamos rendirnos a su canto de sirena y perder los prejuicios que no nos dejan valorar su belleza rota.

Al anochecer hay que sentarse en las escalinatas del muelle cercano a la Plaza del Comercio y contemplar el desembarco de los espectros de los marinos que dejaron su vida en la búsqueda del Nuevo Mundo o en la búsqueda del sustento simplemente. Oírles contar sus vivencias, sus desgracias o los amores que nunca pudieron ser tiene música de fado y silba en los oídos como el acento de su idioma.

He podido disfrutar de la compañía de marinos que perdieron su vida y sus ilusiones en la mar y sentados en la corroída piedra del muelle cuentan o cantan, según sople el viento, su historia y la de muchos otros que no tienen ya ni la fuerza para salir del purgatorio de los marinos y compartir lo que tiene su seco corazón.

Esta ciudad tiene todo eso y mucho más, solamente hay que dejarse llevar, no resistirse a la marea que te arrastra a lugares ignotos con disfraz cotidiano y que esconden tesoros para los elegidos a formar parte de  la flota de buques fantasma, errantes por su Mar de la Paja, que esconde el abismo en sus negras aguas.

Vive su historia en la brisa de la tarde que te hablará de ilusiones perdidas, de cacao y ron. Escucha la luz de su atardecer que nos engañará con la presencia de las ballenas que los míticos balleneros portugueses cazaron en pelea cara a cara y que vienen a reclamar el alma de los que las dieron muerte, para tener su revancha en los mares del inframundo.

Agudiza tu vista y podrás ver cómo se dibuja la enorme silueta de la ballena blanca con un bosque de arpones clavados en su lomo y que golpea con la cola el agua para retar a Ahad a un duelo eterno que desea tanto como el capitán,  pero que nunca tendrá un vencedor por ambos nacieron perdiendo la batalla.

Por si todo esto no te es bastante, sube al viejo castillo y mira lejos para que puedas ver la silueta del Nuevo Mundo que hechizó a los navegantes y los lanzó a lo desconocido, en busca de la gloria o la muerte. Mira atentamente con tu corazón y siente la llamada de la aventura de viajar hacia el límite del horizonte o hacia la zona que se desdibuja en las cartas de navegación retándonos.

Y si tienes miedo de vivir, quédate sentado y contempla por la ventana de tu casa cómo se te escapa la vida por las grietas de tu alegría, hacia los desagües de la felicidad.

No te olvides soy alquibla el navegante y continúo en la búsqueda de lo que no puedo encontrar.

jueves, 3 de noviembre de 2011

El Tiempo

¿De qué color es el tiempo?, ¿a qué sabe?,  ¿cuál es su sonido? Nadie me ha podido responder a estas preguntas. He tratado de buscar algo tangible que me permitiera sentir que el tiempo era algo más que el paso de las hojas del calendario o el movimiento de las manecillas de mi reloj pero la respuesta, como pasa siempre, no es única ni excluyente.

Mirar viejas fotos nos haces sentir que la vida se nos escurre entre los dedos como si fuera la fina arena de la playa. Visitar lugares que conocimos hace muchos años nos rebela que todo cambia aunque los recuerdos permanezcan fijos y atemporales. Observar nuestro cuerpo desnudo delante de un espejo no muestra las dentelladas que la vida nos deja para que no olvidemos que todo muta con el paso de nuestro inmutable testigo: el tiempo.

Ahora que mi maldición ha finalizado y veo las huellas del tiempo en mi, me resulta más impactante la figura de Ahab. Solitario y lisiado arrastra su atemporalidad  con más dolor que su pierna de madera y su rictus de odio le consume pero no le mata. Pobre capitán devorado por un sentimiento que no controla y que le aleja de cualquier solución. No encontrará la paz jamás. Verá desaparecer todo y a todos sin que pueda tener el reposo del olvido. Triste Ahab sin ballena blanca por la que morir ni consuelo por el que vivir.

¿De qué color es el tiempo Madrileña Viajera? Del color canela de tus ojos que me acarician y me atormentan en igual medida cuando me miras. ¿Y a qué sabe? Al intenso sabor de tus caricias que mezclan frescura y calor. ¿Cuál es su sonido? El susurro de tu sonrisa que marca la línea entre el hoy y el nunca.

Ya ves,  he aprendido en este tiempo. Me has respondido a las preguntas que nadie podía responder con tu sabiduría milenaria de mujer. Gracias por compartir ese pequeño trozo de tu conocimiento conmigo, lo valoro en su justa medida y lo estimo en lo que vale. No me equivoqué cuando me jugué la felicidad a una carta contigo, eres sabia y tienes el don de acariciar en cada mirada, no puedo pedirte más.

El tiempo ha perdido para mí sus secretos. Lo he aprendido en tu piel y lo he comprobado noche tras noche   cuando el sueño se evapora por mis poros calentado por el deseo. He descubierto que el tiempo se mide en el lapso que pasa entre que te tengo a mi lado y cuando no te tengo. Cuando puedo sentir tu aliento en mi espalda u oír latir tu corazón en la punta de mis dedos. Gracias por desvelarme tantas cosas en tan poco tiempo o quizás sean pocas cosas, porque hay muchas más que quiero descubrir en la cartografía de tu cuerpo, en la que ignoro el norte de mi vieja brújula y me dejo llevar por el magnetismo de tu boca.

Mi maldición acabó  pero quiero seguir buscando. No sé qué quiero buscar pero tengo la innegable necesidad de seguir esta singladura, pero siempre juntos.

No lo olvides soy Alquibla El Navegante el que conoce el camino de regreso a casa, a nuestra casa.

Añoro mi Viejo Reloj

Siempre he creído que los objetos se impregnan de las personas que los poseyeron. Han pasado por mis manos objetos cuyos dueños tuvieron vivencias intensas y siempre he sentido un escalofrío al notar toda la energía e incluso las imágenes que me transmitían.

He tenido en mi mano la brújula Livingstone y he revivido su encuentro con Stanley, sintiendo la misma pena que él por ser encontrado cuando creía que su vida acabaría en África lejos de la ingrata Europa. La carta náutica de Juan De La Cosa me ha transmitido la ilusión y la angustia de tratar de plasmar el Nuevo Mundo en una cartografía inédita y cargada de misterio. El humilde tazón de loza que encontré en una casa de un pueblo abandonado de la Sierra de Uña me habló de toda una vida apegada a una tierra dura y hermosa que no permite demasiadas alegrías pero sí muchas penas. Pero nada me ha transmitido más que mi viejo reloj, herencia de mi abuelo. Las selvas de Filipinas cuando aún eran jóvenes han desfilado delante de mis ojos y he olido la lluvia de la tarde en las hojas de sus inmensos árboles. He combatido con los mambises en la hermosa Cuba y he sentido el miedo de ver a los norteamericános rematar a los heridos en el campo de batalla sin poder hacer nada. Han desfilado por mis ojos los nacimientos de familiares que nunca conocí y que emigraron a tierras lejanas, pero que conocí gracias a mi viejo reloj. Tantas vivencias en un pequeño trozo de  metal que no caben en unas pocas líneas escritas.

Mi querido y viejo reloj te añoro desde que un desamor convertido en venganza te apartó de mi lado. Echo de menos tu tacto metálico pero lleno de vida que me atraía desde que era un niño. Recuerdo tu suave tictac como un diminuto corazón que te ataba a la vida y que tenía que reanimar cuando se terminaba la cuerda de tu resorte. Espero que la mano que te separó de mi te valore y no te impregne de su presencia cargada de rencor.

No me atan las cosas, pero hay pequeños objetos que se cargan tanto de lo que vivieron sus dueños que me gusta poder tocarlos de vez en cuando como una especie de rito iniciático que me lleva a vivir otras vidas o a recuperar fragmentos de las vidas de otros.

Me hubiera encantado poder enseñarte mi viejo reloj para que conocieras mi alma y mis recuerdos, pero no ha podido ser. Puede que sea mejor así, que me descubras por mis actos y por mis caricias, por que será la garantía de que nunca me olvide de que cada día tendré que ganarme el privilegio de estar a tu lado.

Querido reloj transmite los recuerdos que tienes a quien te toque para que no se pierdan. No deben olvidarse todas las cosas que atesoras y ocultas para que unas manos receptivas puedan disfrutar de lo que tienes adherido a tu esqueleto metálico. Hazte más sabio con lo que absorbas de otras vidas, pero búscame, quiero que cuando mi último viaje esté cerca, pueda volver a vivir todo lo que escondes e inicie la singladura con la serenidad de que todo pasa lentamente por nuestras vidas tal y como la luz da paso a la oscuridad.

No  me olvides soy alquibla el navegante el que sabe el camino de regreso a casa que no es otra que tú casa.

Madrileña Viajera

Me encanta sentarme en tu salón y quedarme mirando el arco y el carjab tagalo que cuelga de la pared. Es como si saliera otra vez en mi barco a encontrarme con algún lugar desconocido en el que me estuviera esperando lo inexplorado. Esa misma sensación la tengo cuando te observo sin que me mires. Tu cuello fino y largo me anuncia una espalda suave que invita a la caricia como medio de transporte a lo largo de toda tu geografía. El explorar lugares más ocultos es un rito iniciático que me sobrecoge y me trae recuerdos de expediciones de las que nunca regresas por mucho que tu cuerpo este de vuelta al hogar, por que tu corazón se ha quedado vagando sin intención de retorno.

Cada vez que puedo bucear en tus ojos descubro un motivo nuevo para pelear contra la maldición que me ata a tierra y siento la mar que me invade de los pies a la cabeza como un maremoto lento e imparable. Un leve roce de tus dedos me traerá a tierra de nuevo pero el vértigo de tus caricias no me dejará indiferente y caeré en un nuevo viaje en el que empeñaré la razón y la locura en una mezcla sutil de proporción cambiante.

Te escucharé con todos mis sentidos alerta, las historias de tus viajes. Me saben a vainilla y ron y huelen a la lluvia de la jungla. Son parte de ti y fluyen desde tu boca a mis recuerdos como el río Usumacinta, serpenteando desde tu boca para acariciar mis oídos y depositarse en el cerebro para que las paladee lentamente como un vaso de buen vino, sin prisa, deleitándome en el detalle o en la visión global, como si manejara mi catalejo de navegante.

Mi querida madrileña viajera, ligera como la brisa marina pero fuerte como una Ceiba, no dejes de narrarme tus viajes y de mirarme como si en cada pestañeo temieras que desaparecería, eres mi isla perdida en el mar oscuro en el que me han obligado a anclar mi barco, la esperanza de salir por fin a mar abierto y recuperar la condición humana.

Muéstrame el camino a seguir con la cartografía inequívoca de tu cuerpo, la única forma de encontrar la genuina vereda.

No me olvides soy alquibla el navegante el que te espera impaciente para no tener que regresar nunca a casa.

La Espera

La veo acercarse como un como una inmensa ola que me engullirá sin remedio. Es la espera. La enemiga de cualquiera y que aparece de vez en cuando en nuestras vidas para recordarnos que estamos a merced de algo o de alguien sobre el que no podemos influir y solamente nos queda vivir con la sombra de esta canalla volando sobre nuestras cabezas.

He perdido la cuenta de las veces que me ha tocado esperar la resolución que nunca llega  y al final siempre era negativa. Tengo la impresión que la espera no es más que una muerte lenta que nos arrastra hasta la decepción una vez más, la inevitable demora de lo que intuimos acabará mal pero que nos mantiene en un estado de incertidumbre sobre nuestro futuro que parece a veces radiante, para convertirse en sombrío en otros.

Siempre me ha resultado nefasto el resultado de la espera. He aprendido a ser paciente, pero creo que en mi paciencia hay un espíritu fatalista que me arrastra a prepararme para lo peor, por que esperar no es más que empezar a olvidar. Sí, olvidar lo que pudo ser, lo que nunca llegará a ser pero que un mal entendido sentido del pudor maquilla para que sea menos doloroso, como si el dolor desapareciese por retrasar el golpe final.

Pero a todo nos acostumbramos y la espera y yo somos ya viejos conocidos que nos buscamos los flancos desprotegidos para hincar nuestras armas dónde más duele, pero por desgracia su pericia es mayor que la mía y encuentra muy rápido dónde hacer mella y causar el mayor dolor posible, pero no por eso retrocederé. Te espero vieja compañera para que una vez más nos veamos las caras sin testigos ni tregua. Uno de los dos sufrirá, tú si al final todo lleva a buen término o yo si una vez más tu presencia no es más que la antesala del olvido.

Si lees esto cuando la espera haya finalizado y el resultado haya sido una vez más la oscuridad sobre mi negro corazón, no te preocupes es parte de mi sino y siempre me pasará lo mismo. Seguiré y seguiré en la lucha desigual con la espera para constatar una vez más que no tenía posibilidades de vencer, pero quizás solamente me importa la lucha, el resultado es lo de menos. Simplemente sentirme vivo aun a costa del dolor. Por lo menos notar que las cosas me duelen, que todavía no me he enquistado en la indiferencia y en la desidia que emborracha el sentimiento.

Cuando leas esto sabrás que es para ti y espero que tu boca me diga por lo menos adiós, para tener un mínimo recuerdo que me alegre y me sustente en la oscuridad en la que nado cada día.

No te preocupes, sobreviviré es mi maldición siempre sobrevivir a todo y a todos para que no cese nunca la espera.

Recuérdalo soy alquibla el navegante el que conoce el camino de regreso a casa, aun a un coste que no merece la pena.

El Olvido

Esta palabra es de color negro. No puedo evitarlo. Cada vez que pronuncio la palabra olvido todo se me vuelve negro, es como si un eclipse de luz o de la razón se me echara encima y no me dejara ver. Siempre la misma pregunta ¿qué es el olvido?. Puede ser ese hombre que vi desaparecer de la cubierta de mi barco después de un golpe de mar cruel y certero y cuya existencia se borró para siempre. Quizás la línea de espuma que se forma en la zona de mareas de la playa y que lentamente desaparece para no existir nunca más. O también esa niebla que hay dentro de ti y que enmascara lo que no quieres ver ni recordar para que no te haga daño.

Si piensas que el olvido es un buen compañero de travesía, estás en un error. Le encanta echar sal en las heridas y nos acuchilla por la espalda en la oscuridad de la noche. Está esperando que aparezca algo que traiga luz a nuestra vida para reírse mostrando sus dientes podridos al notar la cuchillada que nos devuelve otra vez el dolor que creíamos olvidado. Parece que el tiempo todo lo borra, pero no es más que un engaño para confiarnos y que la dentellada sea más fuerte y nos dure más tiempo. Se alimenta del dolor y crece cuanto más grande es el daño que causa, quiere ser un gigante y necesita tu dolor y el mío para que pueda progresar.

Pero no podemos dejarnos vencer por este cruel enemigo, hay que aprender a vivir con las cosas que nos duelen y apreciar las que nos hacer sentir. Nada ni nadie borrarán lo que está oculto en lo más profundo de nuestro espíritu pero podemos plantar cara al olvido con el presente. Merece la pena levantarse después de la caída, auque siempre exista el riesgo de volver a caer, por que un segundo de sentimiento en estado puro limpia un milenio de dolor, el roce de unos labios o el arabesco sutil de una caricia puede activar un corazón helado y lanzarnos a la maravillosa aventura de descubrir qué hay detrás de la palabra juntos.

No dejes que el olvido te domine, enfréntate a él con valentía. Le horrorizan las personas valientes y que estén dispuestas a arriesgarse a sentir. Es un cobarde que solamente sabe vivir de la soledad y del dolor de los que sufren. Tiene forma de ballena blanca y se abalanza sobre ti furiosamente con la boca abierta mostrando sus enormes dientes que huelen a muerte y destrucción. Pero esta vez en distinta. Estoy en la proa con mi arpón afilado y bautizado por mi propia sangre para que cuando se clave en su enorme cuerpo le destruya. El monstruo blanco no te vencerá por que le arponearé una y otra vez hasta que caiga inerte y te deje avanzar hacia donde quieras ir.

Es la hora de plantar cara, no ignores al olvido, rétale y espera que surja del abismo, esta vez será diferente le espera alquibla y no retrocederé pase lo que pase.

Recuérdalo soy alquibla el navegante y vivo en el rumbo Este.

El Olor de la Tormenta

Desde siempre he tenido ese don. Puedo oler una tormenta a muchas millas de distancia, cuando todavía no es más que un retazo de viento que pasa desapercibido y sin causar daño. No sé si esto es algo bueno o malo, pero lo tengo dentro de mí y no puedo evitarlo. He olido tormentas que nadie se atrevía a presagiar y cuando claramente la brisa me traía ese aroma fresco y penetrante siempre he acertado con la anunciada visita de su majestad la tormenta.

Una mar encrespada con un coro de rayos y truenos no es un espectáculo para seres miedosos o sin una porción considerable de valor, pero a mí me causa siempre el mismo efecto; es una mezcla de admiración y de incertidumbre. Lo primero es fácil de explicar, un ser humano en medio de la mar ante una tormenta, no es nada o menos que nada todavía. Su vida está en las manos del imponente fenómeno que se desata y nada ni nadie le protegerá suficientemente. Un movimiento caprichoso del gran monstruo y tu  vida se desvanece como la niebla matinal sin dejar ni rastro. Explicar la incertidumbre que me causa una tormenta es algo más complejo. Tiene que ver con la sensación de oportunidad que siempre siento cuando la tormenta finaliza. Es una gran ocasión, continúo vivo y todo lo que el coloso atmosférico ha arrastrado no es más que lastre en tu vida para avanzar hacia una situación mejor. Realmente es una gran oportunidad que no se debe desaprovechar por que puede que sea tu última tormenta por lo que la desazón siempre me embarga como si fuera a la primera cita de una novia. Cuando navegaba con Ahab siempre afilaba mi sable de asalto antes de una tormenta para estar listo ante lo que pudiera acaecer. Quien sabe si vendría la vida o la muerte, pero me encontraría preparado para plantarle cara y aguantar hasta el final.

Desde hace un tiempo, tengo la sensación de que una gran tormenta se aproxima. Estoy clavado en esta tierra, pero huelo la proximidad de mi adorada amiga. Por ahora ronronea como un gato, pero seguro que rugirá como un tigre pronto. Es lógico que se acerque, no pueden seguir las cosas como hasta ahora. Esta vida es una sucesión de días vacíos marcados como las cartas de un tahúr barato. Los valores que nos tratan de vender no son más que fuego de San Telmo que brilla en el mástil de mi barco sin ninguna continuidad. Dinero, poder,…. ¿qué más engaños nos quieren enseñar? La tormenta que borre todos estos rancios conceptos de mercachifle se acerca lenta pero inexorablemente. Ya percibo su presencia y puedo oír cómo me susurra en la oreja en lenguas de continentes desaparecidos bajo las aguas, que todo está apunto de cambiar. Dime lo que ves a través de tus preciosos ojos olivino por que yo huelo la tormenta, la definitiva y mientras tanto mi sable llora pedacitos de estrella al chocar con la piedra. Hay que estar preparados por que todo cambiará.

No lo olvides, soy alquibla el navegante y te espero en esta travesía.

El Nilo Eterno


Navegar por el río Nilo a vela es la mejor lección de historia que uno puede recibir. No se trata ver monumentos si no de dejarse emborrachar por todas las sensaciones que te caen encima si te abandonas al noble arte de la navegación. Las orillas fértiles cargadas de vegetación y vida en ebullición parecen dibujadas por un ciclópeo pintor que quiere que destaquen sobre las cercanas dunas ocres y rojizas que se extienden hasta algún punto que es imposible alcanzar. Ver a las personas en la orillas tumbadas a la sombra de un precario toldo de hoja de palma con gesto indolente viendo pasar el curso del agua tan rápido como su vida y sus sueños, o a los búfalos de agua pastar en islotes cargados de hierba y plantas de decenas de especies, o a la garza posada en una roca mirándote con la suficiencia que da el poder pasarse hora tras hora en ese mismo punto contemplando el movimiento de los astros y de los peces, o a un grupo de niños jugando en el efímero campo de juegos que les regala el río cuando decrecen sus aguas y deja asomar una pequeña isla de limo oscuro y fértil, o cruzarse con ese bote cargado de redes enmarañadas en el que un pescador con más de 3.000 años a sus espaldas te saluda con el cansancio del portador de la historia de la Humanidad, todo esto lo recibes poco a poco pero sin pausa. Es como si estuvieras contemplando una lección de Historia Antigua en directo, de manera lenta pero continua, sin pausas y sin treguas. Se cortará cuando amarres tu barco en el próximo embarcadero y continuará en cuanto el viento vuelva a hinchar tu vela bizantina y te aventures en la orgía de sensaciones que el río te regala si te atreves a dejarte abrazar por sus aguas.

Cuantas más veces repitas la experiencia, más veces tendrás la sensación que los personajes cambian, el trozo de vida que contemplas también, pero hay algo común a todos los momentos vividos que siempre aparece. Es la sensación de ver pasar toda la historia del mundo delante de ti, reflejada en personas, animales, plantas o cosas que te transmiten más que cualquier palabra que pudiéramos emitir. No hay sensaciones tan buenas como esa que tienes cuando te dejas arrastrar por la laxitud espiritual con la que te emponzoña mi querido río.

Todo fluye y nada queda, pero el fugaz momento en el que vivimos el encuentro con algo que nos parece durará toda la vida es tan agradable que merece la pena vivirlo u olvidarlo como si hubiera ocupado toda nuestra vida. Somos pobres seres orgánicos alimentados de sensaciones que tienen efímera duración pero que en nuestra escala temporal nos parecen duraderas, pero no son más que las escenas que contemplamos desde nuestra faluqua surcando el Nilo sin prisa, sin destino ni fin solamente dejando que curso del río eterno nos lleve a donde quiera. No hay nada mejor para esperar ese fin que nunca llega y me saque de esta eterna maldición.

No lo olvides soy alquibla el navegante, el que sabe el camino de regreso a casa aunque nunca quiera regresar.

La Línea del Horizonte


Cuando era niño me encantaba sentarme en la playa en las interminables tardes mediterráneas y contemplar la línea del horizonte. Pensaba que al día siguiente nadaría hasta llegar a esa frontera que anunciaba un mundo misterioso, oculto y seguramente lleno de emociones y tesoros. Día tras día me levantaba con la secreta esperanza de tener la fuerza suficiente para nadar hasta mi paraíso perdido, pero nunca llegaba y más de una vez me costó algún susto al no tener fuerzas para regresar a la segura y cálida arena de la playa.

Creo que lo intenté cientos de veces y el resultado siempre fue el mismo, frustración por el fracaso de mi viaje y la eterna sensación de algo inacabado. Pero al llegar la tarde plena de luz dorada del Mediterráneo, tenía muy claro que la aventura era factible y solamente había fallado mi determinación, por lo que volvería a intentarlo una vez más. Esto continuó muchos años, hasta que comprendí que la línea del horizonte era cambiante y no se alcanzaba de cualquier manera. No es que abandonase la idea, simplemente cambié la estrategia.

Muchos años después, al dar la vuelta al Cabo de Hornos, supe que había llegado a la línea del horizonte. Creo que nadie de la tripulación del barco se percató del asunto, pero pude ver claramente en las cartas de navegación, que había llegado a la mítica línea y por fin llegaba al territorio virgen de mis sueños.

Busqué con la mirada tierras ignotas con seres extraños y portentosos paisajes, pero no aparecían. Miré al cielo por si las fantásticas ínsulas que imaginé estuvieran suspendidas e ingrávidas esperando que las descubriera, pero solamente había un cielo despejado y sin rastro de nada extraño. Me arrojé al agua tratando de localizar el paraíso submarino que seguro escondían las olas, pero a punto de estallar mis pulmones comprendí que no había nada allí.

Regresé a tierra y esta vez acongojado por el peso de la constatación de que mi querido horizonte no escondía nada de lo que esperaba desde mi niñez. La espera había sido muy larga y la decepción todavía más grande, pero lo peor de todo era la sensación de vacío que tenía.

He recorrido miles de millas náuticas desde aquel desgraciado momento y he visto cosas que están a caballo entre el mundo real y el de los sueños, pero nada comparable al cuadro que contemple en un tugurio de Belice. Representaba un inmenso océano con una nítida línea del horizonte que dejaba entrever una tierra nebulosa que me puso la carne de gallina. Aquella era la tierra inexplorada que buscaba desde siempre y que no encontraba desde nunca.

Intenté comprar el cuadro al mulato que regentaba el garito y no se venía a razones por más que le ofrecía, así que tuve que hacerme con la ayuda de mi amigo Queequeg que con sus grandes dotes de arponero le convenció para que aceptase mi dinero para no sufrir ningún quebranto en su salud. El lugareño me dijo que enloquecería por ese cuadro ya que jamás encontraría ese lugar que buscaba.

Ese cuadro cuelga hoy en la pared de mi casa y en mis interminables noches de insomnio, busco algún punto de referencia que me permita encontrar en los mapas que inundan mi mesa dónde está esa tierra huidiza que se me escapa entre los dedos como si fuera arena. Si encuentro ese punto mi maldición terminará. Estoy seguro.

Recuérdame soy alquibla el navegante.

Anoche soñé con el Arrecife de las Sirenas

Anoche soñé con el Arrecife de las Sirenas. Es un sitio muy especial para mí y que tiene muchos recuerdos encallados en sus rocas. El contemplarlo sentado en la orilla de la estrecha cala por la que se accede es una experiencia que aligera el alma del lastre de la vida. Cuando la mar está tranquila, se tiene la sensación de vivir un momento atemporal y que por nada del mundo quieres que acabe. Si es noche de luna llena, el embrujo te emborracha y el arrojarte al agua tiene connotaciones voluptuosas. Sientes que miles de brazos de sirenas te abrazan y entonan su magnético canto para arrastrarte al fondo. Como cometas el error de sumergirte no será fácil volver a la superficie por mucho que lo intentes, el cuerpo no obedece y la voluntad se relaja. Es muy agradable pero peligroso, la vida parece no importar y el remolino de sensaciones embota tu raciocinio y dejas que todo corra de manera suave y sin freno.

He vivido esa sensación muchas veces en ese sitio y todavía continúo en tierra. Debe ser parte de mi maldición y no sé qué es peor si sobrevivir al Arrecife o no sobrevivir, pero la decisión no parece que tenga que tomarla yo.

Algunas veces he tenido esa sensación al conocer a alguien. Es como si no te dejara ver nada más que su persona que te rodea de todo su catálogo de caricias, pero que notas te arrastra a un abismo oscuro y profundo del que cuesta salir. La verdad es que esa experiencia me asusta mucho más que mi amado Arrecife. Creo que merece la pena arriesgar todo en la vida por algo que te toca los rincones más ocultos de tu alma, pero el problema es salir de ese laberinto sin perderlo todo incluso a ti mismo. Es una decisión difícil y dolorosa, pero nadie nos dijo que la vida fuera fácil y placentera.

Si las cosas se ponen cuesta arriba, me gusta volver a sentarme en esa cala y disfrutar del vértigo de su promesa de sensaciones. Es arriesgado pero demasiado hermoso para ignorarlo. Si alguna vez encuentras el Arrecife de las Sirenas, mira despacio en sus aguas por que seguro que me encontraras y no trates de ayudarme, es mi destino volar entre dos aguas esperando el cambio de marea.

No lo olvides soy alquibla el navegante.

Todavía me acuerdo de ti

Todavía me acuerdo de ti. No lo puedo negar por que es cierto. Mil veces he modelado en mi cabeza una estrategia que me aleje de tu recuerdo, pero no funciona. En las noches que el sueño se evapora por cada uno de mis poros, te siento cerca. Me parece oír el leve susurro de tu cuerpo que se acerca al mío y rozas levemente mi piel para incendiar mi corazón y lanzarme al abismo. Por el día puede ser peor. Creo ver tu sombra al acecho de mi paso y el rumor de tus pasos flexibles y ligeros me persigue por mi camino sin que pueda darle esquinazo. Ya sé que son imaginaciones mías, pero son tan reales que no me importaría vivir en la continua imaginación de que estas a mi lado. Es algo malo, oscuro, casi enfermizo, pero no puedo extirparlo. Sería estupendo que un rayo fulgurante te borrara de mí, pero no es posible.

Qué raro es esto de decir las cosas al aire y que vuelen hacia un rumbo indefinido. No sé dónde llegarán mis palabras. Quizás las leas, pero nunca las comprenderás. Es demasiado tarde para que puedas entenderlas, el veneno de la normalidad ha emponzoñado tu respirar y seguro que te matará. Poco a poco, todos los días un día menos de vida, sin remedio y sin tregua. Pero es así, tú elegiste.

Lector de estas líneas no tomes partido en esta disputa por que no hay partido que tomar. Todo ya está perdido antes de que pudiera nacer y mejor que sea así, por que la felicidad me asusta. Tengo miedo de ser feliz y permanecer siempre esperando, a que de un momento a otro desparezca y me deje otra vez en la noche de la razón. La soledad es mucho más fiel, sobre todo si se elige selectivamente. No falla nunca y siempre nos espera aullando de alegría por nuestra presencia.

Ya ves, continúo varado y con pocos visos de salir a mar abierta, pero todavía me alivia ver a Ahab vomitando su mezcla de odio y absenta en las esquinas más oscuras del Viaducto y observar como se aleja maldiciendo el estar vivo un día más mientras se apoya en su pierna de ortopedia barata. Busca a su ballena blanca para que por fin le arranque de este calvario, pero la maldición continúa y lo hará por mucho tiempo. Mientras tanto le observo y rezo a dioses paganos para que mi fin sea algo rápido, no honorable solamente rápido.

Recuérdalo soy alquibla el navegante, el que conoce el camino de regreso a casa.

Hola Mundo

Hola mundo. No sé por qué empiezo así, pero me lo pedía el cuerpo. Quizá esté pensando que me leerán millones de personas a lo largo y ancho de este planeta en el que habito o simplemente no sabía que poner. Creo que lo mejor que puedo hacer es presentarme y contar por qué quiero escribir este cuaderno de bitácora.

Mi nombre es alquibla y tengo una edad difícil de precisar por que me he quedado estancado por un encantamiento de una bruja que no me deja envejecer y vivo suspendido en un pause del que no puedo salir.

Tal y como dice el nombre de mi cuaderno, soy el navegante del Capitán Ahab, el mítico asesino de la ballena blanca. Soy el que le guió hacia la perdición de nuestro barco por que era mi trabajo y soy el que tiene pesadillas por las noches en esta tierra de secano en la que vivo, recreando una y otra vez el último encuentro con Moby Dick. Creo que su muerte nos mató a todos y estamos condenados a vivir en el limbo cotidiano de la rutina y la mediocridad.

Puede que alguien piense que Ahab murió gloriosamente terminando con su obsesión, pero quiero compartir con los que me leáis que Ahab forma parte de la maldición que me persigue y su destino es cruel, por que el temible asesino de ballenas hoy es un pensionista con una minusvalía reconocida por el Sistema Público de Sanidad, que vive de su corta pensión y deambula por las calles de Madrid arrastrando su pierna ortopédica de fabricación alemana y un pasado que le obliga a beber en los bares más arrastrados del submundo. Triste fin para un hombre tan famoso y odiado, pero todos tenemos que pagar nuestros errores y él no podía ser menos.

En cuanto a mí, también cargo con lo mío, por que mis dotes de navegante han quedado oxidadas con la penitencia de hacer mapas para que algún petimetre de agua dulce no se pierda o se pierda sabiendo dónde. No sé cuanto tiempo durará, pero es muy duro estar anclado en este bajío y contemplar cómo me destruyo poco a poco, sin prisa pero sin pausa, como se destruyen nuestros sueños con el paso de los años. La verdad es que también me duele ver a Ahab así, pero él se lo buscó y nada ni nadie le puede sacar de su purgatorio que le consume pero no le mata.

Desde este cuaderno escribiré lo que me pase por mi podrida cabeza con la periodicidad que el caos me dicte y si alguien lo lee alguna vez pues gracias y déjame un trozo de tu alma para que pueda recomponer el puzzle que es la mía.

Lo dicho avante a toda y que el viento nos sea favorable.


Alquibla el navegante.